Solo el 13% de los docentes de la región pudieron impartir todo el currículo escolar durante la crisis sanitaria
La crisis educativa más grave que ha atravesado Latinoamérica en los últimos 100 años producto de la pandemia dejó a sus alumnos sin clases presenciales durante 162 días, entre marzo de 2020 y noviembre de 2021. Las consecuencias, advierten los expertos, continuarán manifestándose en el corto y mediano plazo. Una figura clave para ayudar a redibujar la realidad escolar es el profesorado que, tras adaptarse a contrarreloj al sistema remoto, ahora intenta enseñar en un escenario económico y emocionalmente adverso. Para ellos, el aumento en la brecha de aprendizaje entre estudiantes ricos y pobres ha comprometido su futuro, según afirmaron en la encuesta La Voz Docente, publicada a finales de octubre por el Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe, SUMMA.
La gran mayoría de los cerca de 200.000 docentes consultados, provenientes de 21 países de la región, tanto de colegios particulares como públicos, y de zonas rurales como urbanas, han constatado un desfase entre lo que sus alumnos deberían saber y los conocimientos que dominan. Solo el 6,6% sostiene que todos sus estudiantes se encuentran en los niveles de aprendizaje esperados. Los desafíos y miedos de los profesores están marcados por la situación económica de las escuelas en que imparten las clases. Mientras más vulnerables, la brecha de aprendizaje del alumnado es mayor, al igual que los índices de deserción escolar y de asistencia.
Los profesores vinculan la deserción escolar de los alumnos más grandes a tener que llevar dinero a la casa y, en general, a los problemas de conectividad a internet (85,1%), el bajo acceso a recursos electrónicos (77,1%), la falta de tiempo de las familias para ayudarlos con los deberes (54,7%) y las dificultades socioeconómicas (54,2%).
Pero, ¿cómo están los alumnos? Las dificultades de salud por la covid-19 u otra enfermedad son la principal problemática que han enfrentado los estudiantes y que ha dificultado su proceso de aprendizaje, según el 37,5% de los profesores. El 27,8% menciona la desmotivación o depresión. Un 12%, la violencia en el hogar. Por eso a la hora de identificar los desafíos que tienen por delante, además de acortar la brecha de aprendizaje de su alumnado, lo más prioritario para los profesores es fortalecer los mecanismos de apoyo y acompañamiento pedagógico a las escuelas y a sus equipos, y el cuidado y bienestar de las comunidades escolares, especialmente en su dimensión socioemocional.
El obligado paso al sistema remoto fue especialmente difícil para los profesores de escuelas vulnerables, quienes señalan en la encuesta que se vieron desafiados no solo a nivel profesional, sino también personal. Aunque la gran mayoría (81,2%) recibió capacitaciones para enseñar a distancia por parte del ministerio de Educación de su país, el 37,6% afirma que fueron insuficientes. Casi nueve de cada 10 accedieron a sus propios computadores para impartir las clases. Con ese cóctel de adversidades, solo el 13% dice haber cubierto todos los contenidos curriculares que debía impartir durante la pandemia.
Para hacer frente a esta nueva realidad, más del 90% ha adaptado el currículo. La estrategia más utilizada por los profesores, según ellos mismos indican, ha sido trabajar individualmente con cada estudiante con base en su nivel de aprendizaje o necesidad. La segunda ha sido implementar evaluaciones de diagnóstico de aprendizajes para identificar los contenidos por nivelar, aunque el 43,4% reconoce que no realizó evaluaciones diagnósticas durante la pandemia, lo que dificultará este proceso de readaptación y comparación.
Fuente: El País