Recientemente, el Ministerio de Educación emitió un decreto, aprobado por el Consejo Nacional de Educación (CNED), que elimina la repitencia automática de curso, dejando a criterio de cada comunidad educativa el análisis de las particularidades de cada estudiante. De esta forma, se transita desde un modelo automático a uno de repitencia condicionada.
Desde Fundación Caserta celebramos esta decisión que involucra, como debe ser, a toda la comunidad educativa en los resultados del alumno, haciéndolos partes del proceso y búsqueda de soluciones, a diferencia de la repitencia automática que pone la responsabilidad del supuesto “fracaso” en el estudiante, desconociendo los factores externos que pueden estar afectando sus calificaciones.
El rol que adquiere el consejo de profesores con esta medida hace que sean ellos, desde una mirada pedagógica y no meramente burocrática, quienes analicen cada caso y, sin eliminar la repitencia como una opción, puedan buscar una alternativa adecuada, sino personalizada, para el estudiante.
Este tipo de medidas no son nuevas a nivel mundial. Países como Finlandia, Reino Unido y Japón no permiten la repitencia, primando el principio de progresión automática de grado. Una mayor cantidad de países, dentro de los que se encuentran Alemania, Francia y algunos estados de EEUU, tienen políticas de repitencia condicionada a ciertos factores como informe del establecimiento, número máximo de grados repetidos por el estudiante y otros.
Si bien los análisis sobre este tema son variados, mayoritariamente coinciden en asociar la repitencia automática con resultados negativos o neutros, tanto en lo académico como en indicadores de motivación, autoestima y otros relacionados al desarrollo socioemocional de los estudiantes. Lo anterior se suma al alto costo que implica para el Estado y las familias, enfrentar la permanencia de un año o más de sus hijos en el sistema escolar.
A nivel nacional e internacional, se ha identificado que el rezago escolar actúa como un factor relevante en la deserción, aumentando la probabilidad de que este grupo de estudiantes no finalice su educación primaria o secundaria. Por ejemplo, durante la última década en Chile, la tasa de repitencia anual ha bordeado el 5%, lo que se suma al 3% de estudiantes que no terminan el año escolar. Es decir, el sistema promueve al 92% de sus estudiantes anualmente.
Aunque creemos que éste es un primer paso de muchos que la educación en Chile debe dar, tenemos la convicción de que esta medida permitirá avanzar en la valoración de la diversidad y los talentos de cada estudiante y que, en ocasiones, se ocultan entre las calificaciones.