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[Columna] Violencia escolar y desarrollo sostenible

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Por: Carolina Albornoz Directora ejecutiva Fundación Caserta

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidades es la educación de calidad: que a 2030 se debe “asegurar que todos los estudiantes adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación” para ese fin.

Sin embargo, en la Encuesta de Profes en Red Latam de Fundación Caserta, la competencia peor evaluada fue la relativa a los conocimientos sobre estos objetivos. Esto nos lleva a preguntarnos qué entendemos por desarrollo sostenible desde la comunidad educativa.

La Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) es un enfoque que busca promover el conocimiento, la comprensión, las habilidades, los valores y las actitudes necesarias para fomentar un desarrollo equilibrado en sociedad. De esta forma, se busca satisfacer las necesidades presentes sin comprometer las de generaciones futuras.

Esta meta nos hace la valiosa invitación a construir un nosotros en armonía, una conciencia con el entorno colectivo, donde nadie está por encima ni de la naturaleza, ni de otros. La forma de alcanzar el desarrollo sostenible mediante la educación está ligada a aprender a vincularnos, a escuchar activamente, a poner en valor la experiencia de los demás y ver al estudiante como el protagonista de su propio aprendizaje.

La relación entre la violencia escolar que estamos viviendo y la educación para el desarrollo sostenible se entiende desde una perspectiva preventiva e integradora, siendo la educación para el desarrollo sostenible la que promueve una visión holística y multidimensional, propiciando el equilibrio entre los diversos factores de la sociedad. A esto se suma la promoción de valores como la equidad, la justicia social, la participación ciudadana y la resolución pacífica de conflictos.

Si queremos frenar la violencia escolar brutal de la cual somos testigos, debemos cambiar la mirada y avanzar hacia un nuevo rol docente para el siglo XXI, actualizado con los desafíos de hoy. Debemos abordar los procesos de aprendizaje desde la sostenibilidad, incorporando la educación socioemocional e intercultural dentro del quehacer pedagógico. No habrá avances sin un enfoque integral del vínculo docente-estudiante, y sin la redefinición de las prioridades sobre perfiles, funciones y formaciones.